Penacho casco montefortino

Polibio describiendo el atuendo del soldado romano durante las Guerras Púnicas nos cuenta en su libro VI: “Todos estos soldados adornan con corona de plumas, tres plumas rectas rojas o negras. Colocadas sobre la cabeza, hacen junto a las demás armas, que el soldado parezca dos veces más alto de lo que es y le confieren una apariencia hermosa y que impresiona al enemigo” En este fragmento nos revela uno de los elementos más cruciales en “la guerra psicológica” en el pasado en general y en la antigüedad en particular. 


Imagen I
En un combate, el gesto natural es el de mirar a la cara de nuestro adversario que tenemos enfrente, es por ello que el casco adquiere un poder simbólico muy relevante, ya que, ocultado todo o parte del rostro,  ayuda a deshumanizar al individuo y los elementos susceptibles de ser añadidos  pueden ayudar a causar un desconcierto o incluso temor al rival en esas milésimas de segundo en el que cuerpo a cuerpo, uno se bate entre la vida y la muerte. Ya no solo elementos que nos hagan parecer más grandes, si no una profusa decoración también entra en el juego del impacto visual. 

Durante la antigüedad son numerosos los pueblos que utilizan esta técnica en sus cascos, empleando penachos con crin de caballo, plumas u otros elementos decorativos metálicos como podría ser alas o cuernos (si has leído bien, cuernos) griegos, romanos, pueblos itálicos e incluso ibéricos los aplicaron en sus cascos combinándolos entre ellos o solo empleando uno de ellos. 

Es en la Roma de época imperial cuando parece que los voluptuosos penachos quedan reservados para caballería, oficiales o para los momentos especiales como paradas o desfiles triunfales. 

Volviendo a las palabras de Polibio, decidimos dar un aspecto más auténtico a nuestro casco montefortino construyendo nuestro propio porta plumas. En primer lugar ya teníamos la descripción de una persona prácticamente contemporánea al periodo de las Guerras Púnicas con lo que estamos ante un testimonio de primera mano, sólo nos faltaba materializar arqueológicamente las palabras de Polibio. 
 
No tardamos en descubrir que ya siglos antes a este conflicto hay ejemplares de cascos de pueblos vecinos a los romanos como los etruscos o los samnitas que ya portaban las plumas en sus cascos, con lo que la tradición venía de lejos. 

Por ejemplo tenemos este hermoso y bien conservado ejemplar de casco montefortino aunque de origen etrusco y fechado en el siglo IV-III a.C. como podemos ver, el portaplumas está prácticamente entero, faltando la prolongación para una pluma central.

Nos contentos con eso seguimos investigando hasta encontrar este espolón de quinquerreme romano que se cree que fue hundido durante la batalla de las Islas Egadas (10 de marzo del 241 a.C.) en el marco de la Primera guerra púnica lo que nos sitúa ya dentro del periodo que estamos recreado y como vemos lleva la representación de un casco con tres plumas cumpliendo con la descripción de Polibio.

Con información suficiente nos ponemos manos a la obra. Para ello adquirimos unos tubos de latón de no más de 5 mm de diámetro y fuimos cortando y doblando ciertas partes con el fin de facilitar el poder adaptarlo a la forma del casco y a nuestras necesidades. En este caso, la prolongación del centro es un añadido remachado al arco central de donde parten los soportes de los laterales. Por último tenemos la tira que une el soporte con la que abraza el “pezón” del casco, también remachada, que se fija el conjunto mediante presión y un poco de alambre por seguridad. Toda la pieza queda bien fijada sin necesidad de remaches extra. Por último queda añadir las ya mencionadas plumas que tendrían un largo aproximado de unos 30-45 cm aproximadamente lo que nos conduce al empleo de aves de gran envergadura. En nuestro caso utilizamos plumas de rapaz conseguidas de forma honorable. 




Esperamos que el nuevo aspecto de nuestro montefortino intimide a los enemigos de la república y cause más temor que los ga-ga-galos.

Imagen I: Panoplia Samnita donde podemos pareciar lo que en su momento fué un penacho bastante vistoso. 

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